La complicidad española clave para la hegemonía de Marruecos en la región
En la primera semana de diciembre el Gobierno de Donald Trump deslegitimado por la pérdida de las elecciones generales ante su adversario Demócrata, Joe Biden, reconoció la soberanía de Marruecos sobre el territorio del Sahara Occidental. Este reconocimiento, a sólo seis semanas de dejar el poder, se basa en la solución propuesta por Marruecos en 2007 a las Naciones Unidas (ONU) y rechazada “formalmente” por todas las naciones miembro del organismo. Esa soberanía es la prenda de cambio otorgada por el imperialismo yanqui a Marruecos a cambio del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Rabat e Israel, gestionada antes del abandono del gobierno por Trump. Entre agosto y diciembre Washington intermedió para que los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Baréin y Sudán establecieran relaciones con Israel. El de Sudán está aun en el aire porque sus exigencias, el levantamiento de sanciones, aun no se materializó.
Es decir que como una consecuencia colateral de la consolidación de la posición de Israel como cuña del imperialismo yanqui entre las naciones musulmanas la reivindicación histórica de la nación saharaui de su soberanía ha quedado en aguas de borraja. Entre otras cosas porque ninguna nación ha estado dispuesta a defender el derecho saharaui más que de palabra y de forma vergonzante. En particular su ex tutor colonial, España gobernada por lo que se autodenomina una coalición de izquierda. De paso Estados Unidos aumenta su influencia en el norte de África algo que ningún gobierno que suceda a Trump va a despreciar. Trump ha pactado la operación con el gobierno de Benjamín Netanyahu y con el lobby sionista estadounidense para asegurarse que no haya una marcha atrás en Washington con Biden.
España, que manifiesta reticencias por la boca pero no hace nada en los hechos, también saldrá beneficiada de esta operación, o acaso hay que olvidar que desde 1953 la base de Rota en Cádiz es un puerto de la armada estadounidense y punto estratégico para las operaciones de esa potencia en el oriente próximo, algo que incluye los esfuerzos por derribar al régimen iraní. España se ve fortalecida en su presencia colonial en el norte de África en los enclaves de Ceuta y Melilla, que Estados Unidos no disputa. Los antecedentes de esta operación son el abandono por parte de la ONU y sus países miembro y de España de sus acuerdos sobre el Sahara Occidental desde la década de 1970 y una manifestación de que el conflicto saharaui no puede resolverse sin una acción decidida de ese pueblo en alianza con las revoluciones árabes del norte de África, y sin la formación de partidos obreros revolucionarios independientes en toda la región.
Por el contrario el instrumento político y militar del pueblo saharaui, el Frente Polisario de Liberación, tras pactar un cese el fuego con Marruecos, arropado por la comunidad internacional en 1991, ha buscado por la vía de la presión diplomática una salida aislada en los términos de los pactos con las burguesías occidentales como consecuencia de la caída del bloque soviético, que era su valedor indirecto a través de Argelia. Su gran apoyo, la Organización de Unidad Africana (OUA) que reunía a un parte de las burguesías nacionalistas de la región entró en descomposición y permitió el reforzamiento de las corrientes del bloque imperialista europeo y estadounidense y una aproximación de las corrientes más reaccionarias a ellos. Esto ratificó una vez más que la política de Moscú y la burocracia soviética de apoyo a los nacionalismos burgueses no conducía a la independencia nacional y a la revolución sino al compromiso con el imperialismo. El Frente Polisario, huérfano de esta situación, se apoyó en los intereses estratégicos de Argelia, nación debilitada por las guerras interiores que se sucedieron tras la caída del régimen soviético.
Los acontecimientos inmediatos revelan esta impotencia y la planificación imperialista de la operación a la que el Frente Polisario intentó oponerse desde el aislamiento y el pacto con las burguesías de Argel, sin apelar a la unidad con las fuerzas de la denominada Primavera Árabe o los movimientos de resistencia al gobierno represor de Marruecos, en especial en la región del Rif. En la mañana del 13 de noviembre fuerzas militares marroquíes penetraron en la llamada “brecha del Guerguerat”, territorio perteneciente a la República Árabe Saharaui Democrática (RSAD) en la frontera con Mauritania para disolver una protesta pacífica saharaui que pedía la clausura de la frontera ilegal y la realización del referéndum acordado después del retiro de España del territorio en noviembre de 1975 entre las Naciones Unidas (ONU), España y Marruecos y la libertad de los presos saharauis. La ocupación pacífica del paso fronterizo se inició el 21 de octubre (El País, 13/11/2000) con el objetivo de “presionar” a las Naciones Unidas, cuyo Consejo de Seguridad (CS) debía decidir la prórroga de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental (MINURSO).
Antecedentes Históricos
La prórroga fue acordada por el CS el 30 de octubre aunque se quedó en el tintero la cuestión del referéndum. EL incidente reanudó un conflicto que llevaba 25 años entre el reino de Marruecos y la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) tras la retirada española del territorio. Desde noviembre se registran estallidos de violencia entre las fuerzas del Frente Polisario de Liberación (las milicias de la RASD) y el ejército marroquí. El conflicto se produjo, como otras veces, en esta zona que es el principal puesto fronterizo que conecta el Sáhara Occidental con Mauritania, un paso indispensable de mercancías de Marruecos a Mauritania. Guerguerat no es una población, es apenas una aduana controlada por Marruecos con una franja de 5 km como tapón entre Mauritania y el territorio en conflicto, una estrecha faja de terreno dividida por el muro construido por Marruecos en los 80 para mantener a raya los ataques “polisarios”.
Este muro de arena y piedra separa Mauritania del resto de África occidental si no fuera por la aduana que Marruecos ha abierto pese a que esta frontera no está reconocida internacionalmente. Por la carretera que sale del paso fronterizo circulan las mercancías en ambos sentidos, entre ellas las capturas de pescado que hacen las flotas españolas que tienen el 80% de los contratos de pesca firmados con Marruecos para explotar los caladeros de las aguas de la ex colonia.
La Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental (MINURSO) no tiene un puesto fijo en la franja sino que es recorrida por patrullas que se limitan a registrar la presencia de fuerzas militares. Según el Acuerdo Militar Número 1, firmado por la ONU por separado con Marruecos y el Frente Polisario, en la franja de Guerguerat no puede haber presencia de hombres armados de Marruecos o del Polisario, una condición que con frecuencia rompen unos y otros. La RASD considera ilegal la presencia de la aduana marroquí en la franja. Un sarcasmo de la ONU que no hace nada por impedirlo ni por imponer el tan cacareado referéndum que nadie con excepción de los saharauis estaba interesado en que se realice.
La caída del bloque soviético y la evolución de los nacionalismos
Estos son los primeros enfrentamientos militares desde el alto el fuego de 1991 tras la firma de un acuerdo de paz entre Marruecos que pretende la región, y las fuerzas del Frente Polisario que son las fuerzas armadas de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Como antecedente histórico en 1970, la ONU aprueba la Resolución 2711, que aprueba a su vez la celebración en el Sáhara de un referéndum de autodeterminación bajo la presión de la Organización de Unidad Africana (OUA). Tras negarse en un principio a celebrarlo, España accede en 1974 a la celebración, movida por la presión en el territorio y por la crisis del régimen de Franco, (en Portugal se había producido la revolución de los Claveles contra la dictadura de Salazar donde el detonante fue la situación de las colonias portuguesas en África). En este cuadro en 1973 se fundó el Frente Polisario, que luchaba por la independencia de la colonia. El Gobierno español anunció que el referéndum tendría lugar en 1975. Es decir que en realidad hace 30 años que la ONU pactó el proceso de descolonización del Sahara Occidental, pero en los hechos nada avanzó en ese sentido.
El 6 de noviembre de 1975, el reino de Marruecos organizó un movimiento bautizado como la marcha verde que consistió en una invasión cívico militar que traspasó la frontera internacionalmente reconocida del Sahara Occidental. Esta marcha tenía como objetivo forzar la anexión del territorio a Marruecos y también torpedear el referéndum de la población de la zona en disputa. Sin embargo la movilización social, la marcha reunió a más de 300.000 personas, es también reflejo de los intentos del rey Hassan II de reforzar su situación política.
Bajo la presión del partido nacionalista Istiqlal, que defendía las fronteras históricas de lo que denominaba el Gran Marruecos y tras sobrevivir con dificultad a un golpe de estado militar en 1971, Rabat apela a las reservas nacionalistas de la población marroquí y organiza la invasión pacífica de la colonia española. Vale la pena recordar que el 7 de noviembre Francisco Franco es ingresado en el Hospital de La Paz, y que su régimen hacía frente a la inevitable muerte del dictador. En estas condiciones el entonces príncipe Juan Carlos ejerce la regencia del Gobierno y negocia una salida a la crisis. Es decir que la Marcha Verde se organiza sobre la base de una extrema debilidad del gobierno español con la perspectiva de una compleja transición política. Toda la operación se realiza bajo la tutela de los gobiernos de Washington y París.i
Rabat desarrolló sus ofensivas contra el territorio Saharaui no sólo en defensa de sus intereses, sino también de los intereses de las empresas y de los países que lucran en ese territorio que es una especie de Far West donde no hay leyes ni gobierno. Como ejemplo están los acuerdos de los caladeros de pesca que la Unión Europea ha firmado con Rabat, los yacimientos de fosfatos (uno de los más grandes del mundo), y las reservas de diversos minerales, son algunos de los botines en disputa. La región cuenta con gran número de empresas que están establecidas en un limbo legal.ii
La población saharaui refugiada, unas 173.000 personas, se encuentran principalmente en 5 campos de refugiados en Tinduf, suroeste de Argelia que fueron llamados con los nombres de las ciudades de Sahara Occidental: El Aaiún, Auserd, Smara y Dajla. En una zona desértica que impide cualquier actividad como la agricultura y dependen casi exclusivamente de la ayuda humanitaria desarrollando una supervivencia en condiciones infrahumanas.
Ciertas ONG como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y el Centro Robert F. Kennedy han denunciado las sistemáticas violaciones marroquíes de los derechos humanos en las zonas ocupadas donde la población saharaui es reprimida por las fuerzas de ocupación marroquíes que tienen a decenas de presos políticos saharauis en sus cárceles. Marruecos con el apoyo de Francia logra evitar la ampliación de las prerrogativas de la MINURSO, para la vigilancia y supervisión de los derechos humanos en el Sáhara Occidental y en los campamentos de refugiados saharauis. Según el Frente Polisario hay más de 170.000 refugiados. La ONU desde 1975 ha empantanado en los hechos cualquier iniciativa seria para el desarrollo del referéndum aprobado en 1970 como paso hacia la descolonización. No sólo eso sino que ha amparado bajo las distintas secretarías generales el despliegue dominante de Marruecos que en su ofensiva militar tras la marcha verde capturó el 80% del territorio.
En resumen la situación cuenta con la complicidad de la ONU, los gobiernos de España y Francia, la Unión Europea y los Estados Unidos.
España tiene intereses propios en el conflicto no solo por los de sus empresas en la región del Sahara, sino también en Marruecos, país con el que mantiene una estrecha colaboración en otros temas como la inmigración “ilegal”, mientras preserva sus enclaves coloniales de Ceuta y Melilla que España aún mantiene en territorio africano sin que la “izquierda” cuestione esa presencia colonial ni siquiera bajo la segunda república cuando podría haber negociado su retirada a cambio de la supresión en el norte de África del levantamiento militar de Franco por las tropas de Marruecos.
La situación Saharaui no puede tomarse en forma aislada sin tener en cuenta las “primaveras árabes” que ocurrieron hace poco en los distintos países de la región ni tampoco de otros conflictos internos de Marruecos como la región del Rif. Se trata de analizar de conjunto la decadencia del régimen monárquico marroquí en descomposición en medio de la peor crisis del capitalismo a nivel mundial con sus repercusiones en África como fueron las revoluciones en Argelia, Túnez, Egipto, etc.
El conflicto saharaui adquiere hoy mayor dimensión en este cuadro de descomposición.
El reclamo saharaui de una república independiente debe ser apoyado porque se trata de una población oprimida por la monarquía marroquí apoyada por la ONU y los imperialismos con intereses en la región, pero no deja de ser un reclamo de un sector del nacionalismo burgués de la región que ni se plantea terminar la explotación de los trabajadores, ni terminar con la propiedad privada y que busca sus propio acuerdos comerciales con las potencias imperialistas. El planteo del Frente Polisario se reduce a un endeble enfrentamiento militar que no tiene un programa que abarque a las masas explotadas de la región incluidos Marruecos, Argelia, y Mauritania. Es un callejón sin salida porque no sale del marco de los acuerdos internacionales y de una cuestión militar sin futuro y la mediación de las burguesías regionales e imperialistas.
El tema saharaui no puede limitarse, como lo hace toda la izquierda, a defender el derecho a la autodeterminación, es decir limitado al nacionalismo burgués. Este derecho debe formar parte de un programa internacionalista por la eliminación de la monarquía alauita, de la monarquía española, la eliminación de las colonias extranjeras de la región (Ceuta y Melilla) contra todo el colonialismo de Marruecos, de España y de cualquier otro país. Cabe mencionar aquí que Izquierda Unida ha pasado de exigir el cierre de las bases estadounidenses y de la OTAN de Rota y de Morón a defender su supervivencia porque “son una fuente de trabajo en la región”, un argumento vergonzante para capitular ante el imperialismo. Es necesario un programa que llame a la unidad de los trabajadores contra sus explotadores con su propio programa, contra la injerencia y presencia de las potencias en la región. La lucha por un programa antiimperialista por el gobierno de los trabajadores y el socialismo. Por una federación de repúblicas socialistas del norte de África. El reclamo por la autodeterminación a secas es una llamada de un sector de la burguesía que busca su espacio pero a su vez pretende seguir con la explotación de los trabajadores y mantener el status quo mundial.
Hablar de la cuestión del Sahara Occidental y de Marruecos sin mencionar siquiera las colonias que aún mantiene España en el norte de África, como Ceuta y Melilla es, por decir lo menos, impresentable para una izquierda que se dice marxista o aún más trotskista, sin embargo la adaptación del conjunto de la izquierda a los nacionalismos, tanto dentro como fuera de España, la aleja de un programa internacionalista y socialista.
i Las investigaciones de los historiadores estadounidenses demuestran que Washington bajo el Gobierno de Gerald Ford, y con Harry Kissinger como Secretario de Estado, alimentaron la estrategia de Rabat para empujar a España en una situación política frágil fuera del Sahara Occidental y propugnaron la anexión territorial por Marruecos junto con el gobierno de Francia bajo Valery Giscard d’Estaing mientras tanto Washington como París se involucraban en la transición política de España, por su parte Alemania jugaba su baza de influencia a través del PSOE. En octubre de 1975 la Corte Internacional de Justicia de La Haya emitió un dictamen solicitado por la ONU en el cual señalaba que no existían vínculos entre el Sahara Occidental y Marruecos que respaldaran las pretensiones de Rabat. Kissinger distorsionó la información para que Ford la interpretara en sentido contrario a la opinión de la Corte y no diera marcha atrás en el apoyo a Marruecos. (Stephen Zunes/Jacob Mundy, Syracuse Strudies on Peace and Conflict Resoluction)
ii Sebastián Ruiz, profesor de Relaciones Internacionales y periodista, y Anselmo Fariña, integrante de la Asociación Canaria de Amistad con el Pueblo Saharaui han resumido esta presencia como un juego de intereses. “Más de 16.000 empresas españolas tiene negocios en Marruecos. Es un flujo comercial importante. Al menos 16 son del Ibex 35”, ha destacado Ruiz. Respecto a empresas concretas, ha puesto sobre la mesa algunas como Siemens-Gamesa o la española Cepsa, de la que ha dicho que “es un punto clave” del proceso de ocupación del Sahara por el suministro que hace de combustible. Anselmo Fariña, ha relatado el papel de Canarias y especialmente de sus puertos en relación al “expolio” de recursos naturales. “No hay camión militar, tanque o jeep, que se mueva sin que el combustible haya sido suministrado por empresas españolas”, ha afirmado. Según este activista, el puerto de Las Palmas “es un nudo esencial para que el saqueo de los recursos se produzca” ya que los barcos recalan en estos puertos para abastecerse y las autoridades portuarias obtienen de ese tráfico un beneficio importante.”